Estimado Antel:
Hoy,
jueves 8 de Noviembre de 2012 se cumplen tres meses desde que empezaste con las
utópicas promesas de conexión telefónica y datos.
Después
de tres meses de contactos cuasi diarios por teléfono y correo electrónico, discusiones
con operadores y hasta con supervisores, logré que por fin asistieran a
conectar la línea telefónica y las terminales de la fibra óptica (el cableado y
la roseta estaban desde el invierno).
Ha sido
un largo, exhaustivo y letárgico camino; contactarte y contar a ciencia cierta
con una excusa válida de por qué tu gestión es tan mala ha sido una pesadilla,
pero más allá de todo eso, el proceso me dejó con una fuerte y desagradable
sensación de frustración, ira y rabia. Tus funcionarios me hartaron, me ganaron por cansancio,
me doy por vencida; bajo los brazos. Son lo más parecido a una enfermedad
terminal... dan esperanzas, juegan a ser Dios, hacen y deshacen a su propio
placer porque -claramente- saben que tienen el poder.
Nada me
gustaría más en este mundo que tener la opción de ELEGIR una compañía de
telefonía fija y datos. Pero no, nuestro estado considera que la competencia no
es buena. Me resta decirte que el monopolio tampoco lo es, y más cuando el
monopolio brinda un servicio PAUPÉRRIMO; ni los telefonistas, ni los operadores
ni los "técnicos" ni los supervisores están capacitados. Se necesitan
personas con una media intelectual, individuos que tengan sentido común y un
poco de VOLUNTAD para con el prójimo. Ninguna de las personas con las que hablé
en estos tres meses fue capaz de darme una respuesta concreta. Decían que iban
a llamarme para coordinar la hora de conexión y no lo hacían, después me
encontraba con notificaciones de visita tiradas por debajo de la puerta.
¿Qué tan frustrado puede estar uno? Mucho.
El 90% del uso que le doy a internet es estrictamente profesional. Envío y
recibo archivos de unos 30 megas cada uno en grandes cantidades varias veces a
la semana. Hasta ahora, la única conexión a internet con la que cuento es
mediante un módem 3G adquirido contigo. Claramente, también me tengo que
manejar con alguna tarde de cafetería con WIFI siempre y cuando el presupuesto
me lo permita, dado que mi módem Antel 3G por el cual debería pagar unos 400
pesos mensuales siempre llega al final del mes pasado de megabytes; termino
pagando cerca de unos 1800 pesos. ¡Sí!, mil ochocientos pesos uruguayos por el
servicio más lento de la historia hipermoderna. Internet es una herramienta
fundamental para mi desarrollo profesional, es vital y claro está que con un
modem móvil 3G no se puede trabajar, es una tortura que no le deseo a nadie.
Antel en mi casa es
mala palabra. Antel en mi casa es ira, rabia y frustración. Antel en mi casa es
sinónimo de monopolio absurdo. Antel en mi casa es sinónimo de totalitarismo
asqueroso. Quiero poder elegir, no me parece democrático que me obliguen a
caer en una empresa de telecomunicaciones donde no hacen más que procrastinar y
hablar de uñas esculpidas (adjunto foto de una de las tantas funcionarias
“trabajando” en la torre de las telecomunicaciones).
En menos de 15 días
me mudo al exterior. Nada me gustaría más que dejar en mi casa una buena conexión
de Internet para que los jóvenes inquilinos (también comunicadores freelance) puedan
trabajar como el mundo de HOY manda: con celeridad.
Atentamente,
Mercedes Azambuya