Los domingos son días de letargo y ese no era la excepción. De todas formas algo me hizo salir a caminar y ver las Bello Reboratti de -lo que llamo en mi cabeza- los callejones.
Tuve hambre, así que antes de disponer mi camino a la ruta de las casitas hermosas fui a saciar mi voracidad por ahí.
La demora del minúsculo plato -excesivamente caro- de ensalada de pasta (es un hecho: la pasta nos tira a todos en el 7mo día) fue eterna –lógico, era domingo, así que esperé a último momento para no caer en el cliché del solitario viejo lobo de bar y bueno, caí, pedí el diario.
La sorpresa fue grata; leí que ese mismo domingo a las 20:30 en el acogedor teatro del Museo Torres García se presentaba Vincent Vega (no, no me refiero a John Travolta vestido de traje negro). Había estado paseando parte de la media mañana escuchando su música. Tomé ese llamador casualidad como una señal. Sus guitarras y cánticos a dos voces hacen las caminatas más amenas, pacíficas y románticas.
Diego Rebella ofició de telonero con su repertorio melodramático que, a mi modo de ver es dulcemente melodramático y fatalista, casi Poe. Tiene el poder de cantarle a sus enemigos canciones que lo dejan parado como un osito de peluche blanco y suave.
Si tienen la oportunidad de verlos en acción no tomen recaudos y háganlo.
Mer
Mer
*fotos por Mauro Martella y Diego Rebella
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